El XXXIV Premio de poesía Hiperión, de Maribel Andrés Llamero, es un libro que supone un canto a las tierras de Castilla. No se deja engatusar por un vocabulario tradicional, a menudo hermético para muchos, sino que, además de rescatar palabras del acerbo cultural, propone una vuelta a la sequedad, a la aridez, a la sencillez de un paisaje y un vocabulario que a menudo aparece a través de sus contrarios (a través de aquello que no está en ese paisaje, pero que sirve para invocarlo).
Sirva un ejemplo que me ha parecido precioso. Una delicia de libro:
Oasis artificial
Como quien se encuentra
perdida en la sábana,
crecí cercada de cafés,
que llamaron Venecia
o San Francisco,
cappuccinos en la boca
y el cabello rociado
de un tinte azafrán,
última tendencia
en el salón Iguazú.
De punta a punta
el autobús que rasga
este altiplano sabe
que el barrio Manhattan
nos conecta al exterior
con un servicio estándar
de internet por horas;
que al ferretero
no es verdad
que le sirvan
los tornillos
de Jamaica;
que en Mar de plata
te cogen
muy bien el pantalón;
y que nada nunca iguala
a estos cruasán
erecién traídos
aun calientes
de la París.